Timeo danaos et dona ferentes
Cada vez que llega la Navidad, me enfrento al mismo dilema... "que regalar"
Adoro regalar cosas que tengan algo mio en ellas... preparar con cariño el envoltorio y ver la cara de alegría del que recibe, que me dice que se un poco de esa persona... lo suficiente para hacerla felíz.
La otra cara de la moneda es cuando no es así... recuerdo una vez que prepare un regalo especial para una persona que estimo muchisimo... tenia poco $ y me lo gaste todo en algo que pense que era bello... y lo critico de forma tan amarga.. que nunca más le hice un regalo (que hacerle! despues de todo soy escorpión)
El otro lado de la moneda es cuando yo recibo un regalo... seimpre tienen un significado... por lo general me traen trago... y me pregunto... que afinidad supuesta o real me ven con el alcohol??? (se agradece muchachos!).. agenda... una vez un jefe me regalo una agenda luego que confundi la hora de una reunión y llegue tarde..
Luego vienen los regalos de esos que no son mis amigos... regalos dados casi con pica, regalos con descuido y regalos "halagueños" con una sonrisa hiopcrita... prefiero la palabra dura de un amigo que la adulación de un conocido.
Pero lejos mi regalo favorito es un libro... a mis amigos les regalo libros, casi siempre regalo libros que ya lei y los regalo pensando en lo mucho que los van a disfrutar...
Y cuando recibo un libro, es cómo recibir un tesoro, dentro de las páginas hay un mensaje que refleja lo que la otra persona ve en mi...
Finalmente está el regalo griego...
Cuando microsoft regala computadores a los colegios y no les dice que estaran obligados a cambiar el sistema operativo a los 2 o 3 años, que las licencias de todas las aplicaciones vencen a los 2 años, que estan obligando a sus alumnos a comprar o piratear.. y eternizar el ciclo de consumo.
En la India, cuando un noble cometia un error, el rey le regalaba un elefante blanco, una mascota real con rango de peuqeño dios págano que habia que cuidar y alimentar hasta la ruina total del pobre afortunado...
Hace unos dias me llego un correo y lo reproduzo integro...
Regalos griegos
Los griegos, que lo inventaron casi todo, fueron también los inventores del regalo. El magnífico caballo de madera que, a sugerencia de Ulises, obsequiaron a los troyanos, resume claramente
las cualidades del regalo perfecto. Estéticamente admirable, enteramente original e hipnóticamente atrayente (Homero nos cuenta que la bella Elena "lo acarició por todas partes" al verlo), el caballo de madera era también secretamente peligroso. "Temo a los griegos aunque traigan regalos", le hace decir Virgilio a Laocoonte, quien obviamente no creía en eso de "A caballo regalado no se le miran los dientes".
Todo regalo lleva, como el de Ulises, algo del obsequiador en su fuero interno, algo arcano y enmascarado, algo intruso y desconocido, algo que, una vez en manos del obsequiado, se arraiga y se enraíza.
Un caballo de madera, un ramo de flores, una caja de chocolates pueden deleitar a quien los recibe, pero ¡cuidado! El homenajeado cree ahora poseer dicho regalo, sin darse cuenta, sin embargo, que él también es poseído. El chocolate recibido como obsequio tiene el sabor de una lengua ajena, las flores un perfume que no es el nuestro, el caballo una indigestión de soldados que, como en una pesadilla, saldrán de noche para invadirnos. Cortázar nos advierte que cuando nos regalan un reloj, nos regalan "un pequeño infierno florido". Dice así: "Te regalan - no lo que saben, lo terrible es que no lo saben- , te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo". Y concluye: "No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj".
Lo mismo, y de forma aún más explícita, ocurre con los libros.
Regalar un libro (los libreros lo saben, y es por eso que tienen algo de Celestina en la sonrisa cuando nos preguntan "si es para regalo") es introducir a un extraño en casa de un amigo, es incitar amoríos tal vez ilícitos, es proponer la seducción del desocupado lector, es anudar ardientes lazos entre la palabra escrita y la palabra leída, es (la fórmula pertenece al Arcipreste) "zurcir voluntades". A veces, por supuesto, el regalo no tiene el efecto deseado o temido: el
obsequiador se ha equivocado, el encanto no encandila, el hechizo no se produce. Pero cuando el acto mágico sí se cumple, el volumen regalado cobra vida, se apropia de quien lo recibe, lo seduce, lo apasiona, le hace creer que ese libro es (dice Cervantes) "el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse". No de otra manera procede el amor. Quien regaló a Paolo y Francesca el
libro del Galeotto sabía lo que hacía.
Regalar un libro tiene algo de audaz, de impertinente. Así procedió el seductor amigo de Dorian Grey cuando le ofreció un libro (tal vez el A Rebours de Huysmans) que tanto perturbó al joven esteta. Sólo que, como Wilde bien sabía, lo que perturba a Dorian no son los propósitos del protagonista de la novela, sino su propio reflejo en la página impresa. Lo que lo aterra es descubrir que Huysmans, que nunca lo conoció, pudo describir su sensibilidad oscura en palabras
que Dorian mismo nunca se hubiera atrevido a usar. Yo mismo he sido culpable de tales artificios. He regalado Bartleby y compañía de Vila-Matas a un escritor amigo que sólo producía borradores, La mujer de Wakefield de Eduardo Berti a una casada melancólica, Siddharta de Herman Hesse a un preocupado adolescente, Fado Alexandrino de Lobo Antunes a un admirador de la guerra de Irak, Adolphe de Constant a un enamorado.
Regalar un libro es brindar un espejo, es revelar a quien se lo ofrecemos que "esto eres, de alguna manera, tú". Es decir: "Te regalo este libro porque su historia es la tuya, porque un cierto personaje te imita sin saberlo, porque hay en estas páginas alguien de quien te enamorarás, porque en esta ficción el autor describe cualidades que un día sabrás son las tuyas, porque algo en esta obra que no entiendo te ayudará a entenderte mejor, porque me gusta y quiero que te guste, quiero que seas su lector, que puedas perderte entre sus cubiertas, amada en el amado transformada".
Cuando me regalan un libro, suelo preguntarme: "¿Por qué a mí? ¿Por qué haber elegido este volumen precisamente de la innumerable biblioteca universal de regalos? ¿Qué hay en estas páginas que me concierne tan particularmente? ¿Por qué ha pensado, el que me lo ha ofrecido, que este libro es mi retrato? ¿De qué se me acusa al darme este regalo? ¿De qué historia ficticia soy culpable?". Y cuantas veces, después de abrir paquete y descubrir el título, quisiera responder: "Te equivocas, amigo mío, este libro no es para mí.
Domine, non sum dignus". Y esperar que otro amigo, más amable y menos severo, me regale en cambio El sueño de los héroes de Bioy Casares, Veinte mil leguas de viaje submarino o Alicia en el País de las Maravillas.
Alberto Manguel.
Parece que no te gustaron tus regalos de navidad... hmmmmm...
Fue lo que dijo Anónimo | 29 diciembre, 2004 20:21
Así y todo, un libro sigue siendo un buen regalo y es un favorito para mí...
Ultimo día del año, último comment.
Un abrazo desde El mundo sigue ahi.
Happy Blogging!
Fue lo que dijo Roberto Arancibia | 31 diciembre, 2004 00:38
Excelente blog.
Fue lo que dijo mentecato | 04 mayo, 2008 19:25