Juntando mis pedazos

De pronto, sin saber como, me doy cuenta que lo tengo todo.
Llevo un par de semanas tratando de entender como, una persona con las neuronas bien puestas, una familia que lo respalda y el hambre ya de pensionista estable no era capaz de sacarse las telarañas y convertir la sinapsis en acción concreta y sobre todo, en algo más que 4 duros.
Reventé mi cuaderno, llenándolo de proyectos, vacié mi escualida billetera sentándome a conversar con mis amigos de mente ágil y proyectos a medias y de pronto, del lugar más inesperado, me llego la revelación, esa esquiva epifanía que pone todo en su lugar, y me puse a enviar curriculums.
El año pasado mi princesa mayor me pidió que la inscribiera en el Carmela Carvajal, está muy convencida que un buen colegio la puede ayudar a entrar a la Universidad, así que no sólo buscó el mejor colegio del país, además buscó uno donde yo no tuviera que pagar. Me sorprendió esa mirada entre instintiva y racional de una niña de 12 y me dí cuenta que tenia que ponerme de inmediato a trabajar en cumplir los sueños de esa pequeña que amo más que a mi vida.
Y la semana pasada encontré el camino adecuado, así que estoy en etapa de juntar los pedazos que me quedan, los contactos antiguos y las llamadas perdidas y las apunté en una sola dirección, convencido como siempre que las cosas funcionan mejor cuando se tiene una meta, una dirección, un camino más o menos claro y las ganas de llegar hasta el final sin importar el cansancio.
Así que ha sido una semana de llamar amigos, tomar café, cerrar proyectos sin futuro y abrir ventanas para dejar entrar nuevas ideas.
Esta semana sólo puede ser mejor.
Mierda! mierda! mierda!
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